OTRA EXCELENTE CRITICA DE "LOS INVERTIDOS"



Los invertidos o el dolor de ser


La obra de Gónzalez Castillo cobra dimensión en una época en la que se avanza sobre los drecehos de las minorías como una didáctica de lo que no puede volver a ocurrir.
Por Teresa Gatto

"Es feo ser digno de castigo, pero poco glorioso castigar"

M. Foucault


Cuando en el mes de marzo conversamos sobre la obra con Maia Francia, teníamos claro que el tema sigue teniendo una vigencia enorme dado que muchos prejuicios se transformaron en otros, pero siguen siendo eso, prejuicios.

La obra dirigida por Mariano Dossena, que José González Castillo escribió a principios del Siglo XX aborda el tema de la sexualidad desde un paratexto, su título “los invertidos” que resuena de muchas maneras ya que es justamente a fines del Siglo XIX y del XX cuando ciertas teorías, que en virtud de un auge de la ciencia, se arrojan la potestad de nomenclar, juzgar, castigar y purgar de la sociedad a aquellos que no se ajustan a las normas.

La obra comienza en el extremo izquierdo del escenario, con la iluminación del cuadro Dante y Virgilio en el Infierno de Bouguereau, las luces se apagan y la escena pasa sin más trámites al extremo derecho del escenario en donde en un despacho blanco, austero, recto y prolijo, un adolescente, Julián, encarnado por un brillante Emiliano Dionisi, lee con profundo interés y toma notas, de un informe redactado por su padre, el Dr. Flores, a cargo de un correcto Gustavo Pardi. El informe, escrito en un lenguaje altamente codificado, el científico, aborda con un tinte higienista el caso de un asesinato en el que un homosexual está envuelto y parece buscar atenuantes para un homicidio que visto desde una óptica determinista, era irremediable, pues los genes han traicionado al “anormal”, al “invertido”.

En esos dos planos, un garçonier encubierto, coronado por una visión del pecado y la asepsia de un hogar de pocas palabras y muchas leyes tácitas, se llevará a cabo la puesta que siempre trabaja en la ambigüedad desde esos mismos planos partidos en los que la verdad y el engaño desandan un triángulo que estallará en mil pedazos.

En el centro mismo de una tríada, conformada por el Dr. Flores, su amigo desde el internado, Pérez, a cargo de un bien plantado Fernando Sayago, se encuentra la esposa del primero, Clara, en la piel de una estupenda Maia Francia que revalida laureles, ya que no sólo hace carne un texto difícil por la solemnidad de la época, al igual que sus compañeros, sino que además asume el rol de una madre y esposa de más edad que la suya y lo hace orgánicamente.

El logro de Dossena no sólo radica en hacer creíbles situaciones que hoy parecen arcaicas pero que aún susurran reclamos en las voces más recalcitrantes de la sociedad sino también en evidenciar cómo la intolerancia y el engaño son una misma moneda. Ya que todos resultan engañados y aún las supuestas víctimas tienen algo que ocultar.

El diseño de vestuario de Nicolás Nanni colabora con lo narrado y el escenográfico, que también le pertenece, es una piedra fundamental no sólo por cómo resuelve el espacio y apela a pocos pero contundentes objetos, sino porque juega en la ambivalencia de lo claro y lo oscuro. Lo sórdido y lo supuestamente recto. El deseo contenido que sólo es capaz de estallar allí en el garçonier, va a contagiar al otro espacio con un delito mucho mayor que una simple elección sexual a los ojos de estos tiempos, pero imposible de soportar en épocas en las que el deber ser y el qué dirán funcionaban (y aun lamentablemente funcionan), marcando vidas, cercenando deseos y por sobre todo, tirando debajo de la alfombra la mugre de esas vidas construidas sobre la falsedad. Del mismo modo, el diseño de iluminación , en manos de Gustavo del Bianco, juega un papel fundamental efectuando los contrastes que se disparan desde el texto y abarcan el espacio saturándolo en cada caso de la luz adecuada a las acciones.

El resto del elenco Daniel Toppino, Alejandro Falchini, Elsa Espinosa, León Bara, Gabriel Serenelli y Margarita Lorenzo desempeña sus roles con gran sincronía con lo narrado y Dionisi vuleve a lucirse jugando el papel de una travesti en el bulín oculto de Pérez.

Que las clases altas están impregnadas de una gran hipocresía en muchos casos, no debería asombrarnos ya que fueron ellas quienes a fines del XIX y el XX diseñaron un proyecto de país liberal, escindiendo de sus relatos oficiales todo aquello que pudiera diseñar una Argentina en dónde mulatos, cautivas, inmigrantes o invertidos fueran una mácula para una nación blanca, explotadora de los más débiles y por sobre todo, en la que éstos con sus voces pudieran socavar el poder monolítico y necesario para prevalecer en el tiempo. Cuando González Castillo estrenó fue censurado de inmediato, por suerte hoy nuevos vientos de libertad no envejecen la puesta sino que refuerzan para las generaciones más jóvenes un enunciado que merece ser tenido en cuenta: todos tenemos los mismos derechos o los privilegios no son para unos pocos. De este modo el engaño, la doble vida y moral, se vuelven innecesarios.


Ficha Artística / Técnica:

Autor: José González Castillo
Versión: Pablo Silva-Mariano Dossena
Elenco: Fernando Sayago, Gustavo Pardi, Maia Francia, Emiliano Dionisi, Daniel Toppino, Alejandro Falchini, Elsa Espinosa, León Bara, Gabriel Serenelli y Margarita Lorenzo.
Música Original: Diego Lozano
Diseño de Vestuario y Escenografía: Nicolás Nanni
Diseño de iluminación: Claudio del Bianco
Asistencia de iluminación: Alejandro Galerti
Diseño Gráfico: Andres San Martin
Fotografía: Juan Borraspardo
Diseño Web: Ariel Li Gotti
Asistencia de Producción: Tony Chavez / Tatiana D´Agate
Asistencia de Dirección: Paula Galván
Producción: Pablo Silva
Dirección General: Mariano Dossena

Funciones: Sábados a las 23
Teatro El Extranjero
Valentín Gómez 3378, (mapa) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4862-7400


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